miércoles, 8 de enero de 2014

Dos pesos y treinta y nueve centavos



Juan Carlos Balderas C.
Vocero estatal del Movimiento Antorchista

El título de esta colaboración corresponde al aumento al salario mínimo en la zona “B”, en la que está incluido todo el territorio de Sinaloa. A partir del 1 de enero de 2014, en esta zona, el salario pasó de 61.38 pesos diarios a 63.77. Apenas un 3.9% mientras la canasta básica alcanzó en agosto de 2013 un aumento del 4.81% respecto a diciembre de 2012 y al aumento al salario mínimo. Esa diferencia de casi un punto (.9%) en la relación entre estos los factores salario y precios, hace que el aumento real para 2014 sea de sólo el 3%. Y eso si tomamos en cuenta el aumento a los precios sólo hasta el mes de referencia, sin considerar la variación a la alza que pudo obtener en el tercer cuatrimestre del año pasado.
La decisión del porcentaje de aumento al salario recae en la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami), un organismo oficial integrado por 11 representantes del sector empresarial, además de 11 representantes sindicales y un representante del gobierno, quien preside la Comisión. De los líderes sindicales tradicionales todos conocemos su condición de servidores de la clase patronal a cambio de prebendas particulares, por eso no esperamos que haya un debate auténtico al momento de decidir el aumento, las razones de la clase trabajadora simplemente no son tomadas en cuenta en esa Comisión. Pero extraña que, por un lado, en el discurso del gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto el combate a la pobreza se exprese como una prioridad de su administración, mientras que por otro las acciones no correspondan a ese llamado nacional contra esa condición “lamentable, dolorosa y lacerante en que vive 1 de cada 4 mexicanos”, según palabras del propio mandatario.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) señala en el documento Metodología para la medición de la pobreza multidimensional en México, que “una persona se encuentra en situación de pobreza multidimensional cuando no tiene garantizado el ejercicio de al menos uno de sus derechos para el desarrollo social, y si sus ingresos son insuficientes para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades”.  Lo que quiere decir que la pobreza en México se debe a dos cosas: a que un gran porcentaje de la población no tiene acceso a los servicios elementales (agua potable, energía eléctrica y drenaje), servicios de salud, de educación, una vivienda digna y garantías de seguridad como la jubilación. La otra razón son los bajos salarios que perciben los trabajadores y que no alcanzan para sostener un hogar, para que el trabajador del campo y la ciudad puedan alimentar a su familia, vestir, enviar a los hijos a la escuela y curarse cuando están enfermos. El combate a la pobreza, si es verdadero, debería pasar por la solución de raíz a esos dos grandes padecimientos.
No son pocas las familias que apenas sobreviven con un salario mínimo. De acuerdo con un reporte del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 6 millones 250 mil trabajadores sobreviven con un salario mínimo y 11 millones 700 mil mexicanos perciben hasta 2 salarios. Sólo 1.7 por ciento de los trabajadores de nuestro país, es decir, poco más de 2 millones 56 mil personas, pueden adquirir la canasta básica, y en este porcentaje se incluye la clase política, que son los empleados con los salarios más altos del país.
El Informe universitario señala que “En 1982 los trabajadores podían comprar si querían, 51 kilos de tortillas con un salario mínimo, hoy solamente pueden adquirir cinco kilogramos”, lo que nos revela el nivel de pérdida adquisitiva en tres décadas. Finalmente, el estudio del CAM determina que el salario mínimo debería ser de 189.7 pesos, para que una familia pudiera adquirir los alimentos nutricionalmente recomendados para una dieta promedio, sin considerar gastos en salud, transporte, educación y otros, como el impuesto predial, que apartir de inicio de año aumentó un 4% en los 18 municipios de Sinaloa.

Si en las estrategias para abatir la pobreza permanecen intactas las condiciones socioeconómicas que la generan, si persisten los bajos salarios y la falta de servicios que el Coneval señala como factores de la pobreza, de poco o nada servirán acciones como la Cruzada Nacional contra el Hambre y todos los programas que se establezcan se tornarían superficiales. Es necesario que la política sea coherente, que el discurso y la acción se correspondan entre sí. En todo caso es preferible que los que se dicen benefactores de palabra pero opresores en la acción se quiten las máscaras. Y que se atengan a las consecuencias.

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