sábado, 28 de septiembre de 2013

¿Y el campo?

Pergentino Cortés Girón
Dirigente estatal del Movimiento Antorchista en Sinaloa

Todos los recursos propagandísticos del gobierno federal se han enfocado, en los últimos meses de manera muy incisiva, a difundir lo que se presume como bondades de las reformas educativa, energética y fiscal, con la intención de asentar en la mente de los mexicanos la idea de que las modificaciones propuestas traerán grandes beneficios para el país. Tales reformas abarcan sectores muy específicos que son, indudablemente, muy importantes para el desarrollo de la nación. El gobierno de Enrique Peña Nieto se muestra interesado, pues, en esos sectores que abarcan las reformas estructurales. Empero, la nueva política impulsada por el Presidente, ha dejado de lado la atención a las actividades agropecuarias, que son la base de la cadena productiva. 

Por ningún lado se hace mención de qué política, qué planes y programas se van a impulsar en el campo para sacar de la miseria, la improductividad y la marginación a los millones de mexicanos que tienen como actividad la agricultura, la ganadería, la explotación de los bosques y la actividad pesquera.

Esta actitud nuevamente deja ver el poco interés que tienen hacia los hombres del campo nuestros políticos que ocupan altos cargos en la administración pública y de nuestros “representantes” en las cámaras de Diputados y de Senadores; para ellos el campo no es prioridad, poco les interesa que nuestro país importe cerca de la mitad de los alimentos que consumimos, tienen otras prioridades, por ejemplo cómo sacarle más impuestos al pueblo (Reforma Hacendaria), cómo repartirse mejor los huesos (Reforma Política), pero nada que ver con impulsar políticas y programas tendientes a lograr la autosuficiencia alimentaria y una mayor equidad para todos los mexicanos.

El tema viene a cuento después de que el paso de los huracanes Ingrid y Manuel hayan dejado miles de familias damnificadas, los medios de comunicación, fieles a su costumbre de relatar los hechos superficialmente, culpan de todos los daños a la fuerza de la naturaleza y ninguno consigna la corrupción de los funcionarios y en mayor grado la inequidad en la distribución de la renta nacional como causas más profundas de los desastres.

Los padecimientos de muchos de los afectados, hombres y mujeres que viven en el campo y del campo, serían menores si desde décadas atrás se hubiese aplicado un verdadero impulso al campo, que redundara en mayores ingresos a miles de familias que hoy sufren estas desgracias, que además es usada para hacer show mediático a través de las televisoras y para que las autoridades tengan un buen pretexto para evadir responsabilidades y exigencias de la otra parte de la ciudadanía mexicana que no fue afectada. Cuánto dolor se pudo haber evitado si los campesinos contaran con una remuneración suficiente de su trabajo que les permitiera construir sus viviendas en lugares y condiciones más propicias, más seguras. ¿Cómo invertir en una vivienda más sólida, si lo que se ganan apenas alcanza para mal comer, mal vestir, mal curarse, etc.? Definitivamente así no se puede.

El país, como todos sabemos, ha dejado desde hace décadas de ser autosuficiente en materia alimentaria; a la fecha según datos de la FAO, durante el primer cuatrimestre de 2013, México importó el 42% de alimentos, lo que convierte al país en alta vulnerabilidad. Al terminar 2012 el país había importado 10.8 millones de toneladas de maíz, un millón más que el 2011; de trigo se importaron 6.1 millones de toneladas, 1.8 más que en 2011; de soya las toneladas pasaron de 3.8 a 4.4 millones. En productos cárnicos en el mismo periodo 2011 a 2012, las importaciones de carne de cerdo pasaron de 695 mil toneladas a 808 mil toneladas y la de pollo de 562 mil a 619 mil. El mismo reporte de la FAO señala que en México el 70% de los productores tienen ingresos inferiores a los de subsistencia; otro 20% tiene un gran potencial de crecimiento, pero no cuenta con los apoyos necesarios y sólo un 9% son los que alimentan el país y son los responsables del 75% del Producto Interno Bruto (PIB) primario.

Ahora bien, ¿En México no estamos en condiciones de producir?, ¿Falta tierra y otros recursos naturales?, ¿Faltan brazos? No, lo que falta es verdadero interés de nuestros gobernantes para hacer de México un país altamente productivo, autosuficiente en alimentos, en producción de materias primas para la industria, un país de mayor igualdad social en la distribución de la riqueza nacional. El campo está en el abandono, descapitalizado; no hay créditos baratos, no hay subsidios suficientes para los productores de menores ingresos, esto muy a pesar de que precisamente fue uno de los propósitos de los cambios a la Ley Federal de Reforma Agraria, llevada a cabo en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Las modificaciones al artículo 27 constitucional -se dijo entonces- se proponían que el capital fluyera hacia el campo y de esa manera, hacer de los campesinos “empresarios exitosos”. Han pasado ya poco más de dos décadas desde que se modificó la Ley Agraria, e incluso se firmó un tratado de libre comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá, y en esencia, la vida de los productores agropecuarios no ha mejorado en nada, por el contrario, cada día viven peor. Hay desesperanza en el sector agropecuario y no me refiero solamente los campesinos 
minifundistas de Oaxaca, Puebla y Veracruz, sino también a los agricultores más ”avanzados” como son los de Sinaloa y Sonora, por poner un ejemplo, que sufren los estragos de la falta de una política gubernamental que tenga como propósito rescatar al campo mexicano, haciendo que el sector primario de la economía sea fuerte, competitivo y capaz no sólo de alimentar el pueblo mexicano, sino de exportar volúmenes considerables de alimentos y materias primas a otros países. 

Urge crédito barato; infraestructura productiva (construcción de presas, vías de comunicación, caminos sacacosechas, almacenes bien equipados, etc.); apoyo suficiente y amplio para adquirir y modernizar la maquinaria agrícola y los sistemas de riego; capacitación técnica y desarrollar la investigación agropecuaria. En síntesis, hace falta que el gobierno federal que encabeza el Lic. Enrique Peña Nieto, empiece a dar color sobre la nueva política para el campo. No hacerlo ya, o bien retrasarlo, puede provocar -como ya se está viendo- fuerte inconformidad entre los siempre sacrificados campesinos mexicanos, así lo deja ver, por ejemplo, el movimiento de protesta de los cañeros de Veracruz, que hace unos días cerraron la autopista Córdoba- Veracruz. Esto es sólo la punta del iceberg y por más policías que se manden para aplacar a los insumisos, si no se atacan las causas, los brotes de inconformidad se producirán como hongos después de lluvia en todo el país.

Esperamos que la administración federal, a través de las diversas secretarias relacionadas con el sector, empiece a dar verdaderos resultados, pues seguir aplicando las mismas recetas de los gobiernos anteriores como son: Procampo, Progan, Agricultura por contrato, Opciones Productivas, Promusag, etc., es seguir tratando de curar a un enfermo de cáncer con aspirinas. Al tiempo.

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