martes, 1 de mayo de 2012

El gobierno de Sinaloa debe resolver los problemas de los pobres


Resulta incomprensible que, a pesar de que cada día se publican datos reveladores sobre la realidad de nuestro país y más concretamente de la actual situación de Sinaloa, existan funcionarios de gobierno que se indignen ante los reclamos sociales, producto de esa misma realidad que pone a grandes sectores de la población en una situación desesperante.

Datos como el que recientemente presentó la ONU, en relación a que el 60% de la población campesina del país vive en extrema pobreza, o la ofensiva cifra de que 2 millones, 150 mil sinaloenses viven en la pobreza, deberían implicar una serie de medidas oficiales para combatir la injusticia que se expresa en esos números, pero solamente se advierte pasividad y hasta indiferencia de los encargados de atender los rezagos sociales.

Para ningún funcionario de la Comisión Estatal de Agua Potable y Alcantarillado de Sinaloa (CEAPAS) es desconocido, por ejemplo, que en cientos de comunidades indígenas del norte de nuestro estado se padece la falta de agua potable, miles de jornaleros sobreviven casi milagrosamente sin ese elemento mínimo indispensable, no sólo para que la tierra produzca, sino para la propia existencia del ser humano. Ante la gestoría del Movimiento Antorchista para que el Gobierno del Estado atienda esta demanda, importante por lo que representa el vital líquido, pero además por la magnitud y lo apremiante de esa necesidad. La respuesta de los funcionarios es insultante: “ya mandamos una pipa”.

Las autoridades de la Secretaría de Educación Pública y Cultura están enteradas de la existencia de escuelas que trabajan en condiciones paupérrimas, con aulas de lámina de cartón y madera, como la Preparatoria Rafael Ramírez, de la colonia Huizaches, o planteles que no cuentan con electricidad, como la Praparatoria Felipe Bachomo, ubicada en la comunidad indígena de Charay, en el municipio de El Fuerte. O la necesidad de maestros en planteles de educación primaria, como la escuela Sor Juana Inés de la Cruz, del Ejido Huizaches. El lema gubernamental  “más educación” son sólo palabras huecas  si no se corresponde con acciones concretas para resolver este tipo de problemas.

Hay más ejemplos de inactividad oficial, si no en todas, al menos en la mayoría de las dependencias que fueron creadas para atender y resolver los problemas relativos a la pobreza. Pero el caso más grave es el del Instituto de Vivienda del Estado de Sinaloa (INVIES) cuya existencia, si no es en la nómina, no se justifica en la administración que encabeza Mario López Valdez. La productividad de esta dependencia en números reales, transcurridos 16  meses de “trabajo”- es decir, en su función de crear las condiciones para que los sinaloenses que, por su estatus económico, no tienen acceso a créditos para hacerse de un patrimonio, puedan  hacerlo con el apoyo de esta dependencia- es prácticamente nulo.

Son esas circunstancias las que orillan a la gente a la exigencia mediante la protesta pública, pues es la única arma con la que cuenta el pueblo pobre. No hay más motivos que buscar un mejor nivel de vida. Tras una marcha está la mujer que tiene que caminar varios kilómetros con su hijo enfermo hasta el poblado próximo porque en el suyo no hay un centro de salud; está también la sed de cientos de habitantes que reciben residuos tóxicos en sus redes públicas en lugar de agua potable; la insalubridad en que viven pueblos enteros por no contar con el básico servicio de drenaje en pleno siglo XXI; el hacinamiento de familias que viven en un cuartito de lámina de cartón, con la incertidumbre de no saber si resistirá los temporales de este año; está el hambre de cientos, de miles de jornaleros que no tienen como ganarse el sustento de ellos y de sus familias porque en sus lugares de origen no hay empleo, ya no digamos bien remunerado, sino al menos seguro durante todo el año… están, en resumen, la pobreza y la injusticia.

La imagen de un gobernante sensible, cercano a la gente, no se expresa  exclusivamente en el simple diálogo o en promesas vanas, sino en su capacidad de resolver problemas concretos, con soluciones tangibles que beneficien al mayor número posible de personas, especialmente de los que menos tienen, lo que implica en el caso de Sinaloa, un cambio de actitud de los responsables de las dependencias arriba señaladas en particular, y en general de todo el aparato estatal. El gobernador Mario López Valdez tiene la palabra.

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