martes, 14 de febrero de 2012

Otra vez las heladas afectan a los pobres de Sinaloa

Un panorama negro se avecina para a los pobres de México debido a las consecuencias de las bajas temperaturas que se registraron en los últimos días de 2011 y en los primeros días del presente año, en varios estados del país  y que afectaron la producción de maíz y frijol.  El paisaje de miles de hectáreas de cosechas “quemadas” por el frío trae consigo la pérdida inmediata del empleo de miles de jornaleros agrícolas en el estado productor de alimentos más importante del país. En Sinaloa, la afectación fue a unas 13 mil hectáreas sembradas, más concretamente en los municipios del norte de la entidad: El Fuerte, Choix, Ahome, Guasave y Sinaloa de Leyva, pero además, en Sinaloa se dejarán sin sembrar 100 mil hectáreas de maíz en el ciclo otoño invierno, que se traducirán en más carestía y más desempleo.
El cuadro es todavía más oscuro, cuando vemos que todos los niveles de gobierno quedan rebasados por el problema. Como antecedente que demuestra esto están las insuficientes acciones realizadas tanto por el gobierno federal como estatal el año pasado, cuando se perdió gran parte de la producción por las heladas de febrero: El Programa de Empleo Temporal Emergente (PETE), aplicado por la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), no respondió a la realidad de Sinaloa, que requería este apoyo para al menos 400 mil jornaleros. En teoría, sólo se benefició a 175 mil. Y digo en teoría porque recibí testimonios de la mala aplicación de esos recursos a favor de personas que directamente no tienen nada que ver con el campo o la producción. También recibí quejas de que tales recursos fueron dirigidos muchas veces a los dueños de las empresas agrícolas, con lo que deberían pagar tres semanas de “jornales” (término que se aplicó para no denominarlo como salario), pero al final, los trabajadores sólo recibieron lo correspondiente al apoyo de dos semanas, habiendo trabajado tres. Es decir, se utilizaron recursos para apoyar a empresarios que no tuvieron pérdidas y que además se quedaron descaradamente con al menos una tercera parte del apoyo que debía ser destinado a los jornaleros, un robo descarado.
En resumen, ni la federación ni el estado han demostrado capacidad para atender el problema concreto de los jornaleros, que es la falta de empleo, y tampoco garantizan honradez en el manejo de los recursos.
Lo más grave que, ante la eminente caída de la producción de los dos principales alimentos de los mexicanos (entre 30 y 50 por ciento, según estimaciones oficiales) los precios de estos se elevarán considerablemente. El primer golpe fue casi inmediato: el aumento del precio del kilo de tortilla de 13 a 14 pesos (hasta 17 pesos en algunos estados del país, precio que se traduce en más de una cuarta parte del salario mínimo) y el frijol de 20 hasta los 28 pesos por kilo. Y apenas es el comienzo de la escalada, ya que, ante la escases que se prevé por la sequía y la eminente exportación del grano, los grandes productores nacionales de maíz están buscando el aumento del precio en más de mil pesos por tonelada, aumento que, aunado al incremento de los precios de los combustibles generará necesariamente una nueva alza a la tortilla.
Es necesario que se apliquen cambios de fondo en la política económica del país, no solamente medidas temporales con efecto de mejoralito como Procampo o el Oportunidades, sino con la inyección de recursos al campo, en proyectos productivos con recursos y asesorías, que se generen más empleos y bien pagados, que se desarrolle la infraestructura en las comunidades. Urge activar la economía del campo, si no queremos ver reproducidas por todo el país las condiciones de miseria y hambruna que  parecen los habitantes de la Sierra Tarahumara.

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