lunes, 20 de febrero de 2012

Ante la pobreza, ¿qué le queda por hacer al pueblo?

Mucha gente pensó que a partir del uno de enero del año pasado, fecha en que Mario López Valdez asumió la gubernatura de Sinaloa, las cosas iban a ser mejores. Durante su campaña, el ex alcalde de Ahome y ex Senador de la República, hizo promesas que atrajeron la simpatía del electorado, por su justeza incuestionable y por las necesidades específicas del estado. Pero una vez más, el dedo con atole.
Hay una falta de correspondencia entre las promesas de aquellos días y las acciones de hoy en que la pobreza en la entidad rebasa, según cifras  oficiales, el millón de seres humanos –aunque otros estudios indican que son más de 2 millones 150 mil sinaloenses pobres-.
Como botón de muestra, la paciente espera de maestros, estudiantes, solicitantes de vivienda, habitantes de colonias populares y campesinos pobres de los municipios de Culiacán, Guasave, Mocorito, Choix, Ahome y el Fuerte, agrupados en el Movimiento Antorchista, quienes, desde el inicio de la actual administración estatal, han solicitado una audiencia con el mandatario para que se solucionen viejos problemas de obras y servicios, sin embargo, hasta el momento no han recibido siquiera la posibilidad de la entrevista.
Se trata de peticiones elementales y nada onerosas, como la compra de terrenos para que 400 familias de Culiacán, Guasave y Los Mochis, puedan contar con una vivienda propia. Esta petición no tiene un costo para el erario, ya que se trata de créditos que los beneficiarios pagan a través de programas del Instituto Estatal de Vivienda.
Se pide también que se realicen obras de electrificación en dos preparatorias de Culiacán y El Fuerte, que en conjunto alojan a más de 700 estudiantes. Muchos de ellos aún toman clases en aulas provisionales de lámina y madera, otros tienen que soportar las elevadas temperaturas que en días de verano llegan a superar los 50 grados Celsius.
En ambos casos, las obras requieren solamente de dos cosas: una pequeñísima inversión para instalar transformadores que soporten la carga eléctrica propia de una escuela y la voluntad de los funcionarios de la Secretaría de Educación Pública y Cultura para resolver el problema. Nada más.
Una de las dos variables que en los estudios –oficiales e independientes- determinan el aspecto cuantitativo de la pobreza es la cantidad de carencias que padecen los ciudadanos en lo que se refiere a salud, educación, seguridad, vivienda y servicios básicos (agua potable, drenaje, pavimentación, electricidad). A esto se enfocan las peticiones para que el gobierno del estado realice obras de infraestructura en colonias populares y comunidades rurales e indígenas.
¿Qué le queda a la gente por hacer ante su condición de desposeído, sin un techo donde alojar a su familia, o sin agua, o con agua pestilente y contaminada como la que sale de las tomas domiciliarias en comunidades de El Fuerte, Guasave y Mocorito? ¿Qué les queda por hacer a los que tienen años padeciendo rezagos sociales por mala atención de gobiernos mediocres? La única arma que tiene el pueblo es la protesta pública. Por eso, y después de innumerables gestiones, pláticas y citas con funcionarios sin que se den visos de solución, los antorchistas de Sinaloa mantenemos un plantón desde el pasado día 16 de febrero, a las afueras del Palacio de Gobierno, para exigir que se resuelvan nuestros problemas.
La medición de la eficacia de un gobierno de cualquier nivel, está en la solución de este tipo de problemas, que son los que más afectan a los ciudadanos. Un gobierno sensible e inteligente estaría enfocado a mejorar el nivel de vida de quienes menos tienen, sobre todo al conocer las estadísticas de pobreza. Urgen soluciones, pero el gobierno de Mario López Valdez, a 14 meses de haber iniciado, todavía no empieza a resolver nada.

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