En Chile participan en las
movilizaciones estudiantes de secundaria, preparatoria y universitarios; cerca
de 500,000 se han reunido en sus manifestaciones. ¿La causa? Desde los tiempos
de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) la tarea de brindar educación,
desde secundaria hasta universidad, se abandonó por el estado y se puso en mano
de las municipalidades y sobre todo de la iniciativa
privada. Resultado: solo quien puede pagar en promedio 5,275 dólares al
año, equivalente aproximadamente a 58,000 pesos mexicanos, de colegiaturas, puede
estudiar. Como consecuencia, se nos informa, solo el 42% de la población en
edad de estudiar la universidad lo hace.
Los estudiantes chilenos, pues, están
luchando con todo porque el estado asuma la tarea educativa y, en consecuencia,
la educación sea gratuita y deje de ser el gran negocio de unos cuantos.
A la luz de estos hechos, deberíamos
reflexionar. Y las cosas en México, ¿están mejor?
En nuestro país, estudian la
preparatoria 6 de cada 10 jóvenes en edad de hacerlo. ¿Y la universidad? 2 de
cada 10, no el 42% de Chile, sino un mísero 20%.
Cada año las universidades rechazan a
miles de aspirantes que quieren hacer una carrera universitaria y que al ser
rechazados por la universidad pública no tienen ninguna posibilidad de pagar educación privada. Solo en este ciclo
que recién inició la UNAM rechazó 152 mil aspirantes, y la UAS a 14 mil, por
dar ejemplos.
Más aún, quienes estudian en las
instituciones públicas lo hacen en condiciones muchas veces deplorables: sin
terrenos propios, sin aulas adecuadas, sin laboratorios ni bibliotecas, sin
espacios para el deporte y el esparcimiento y muchos menos para la cultura y la
tecnología de punta; en suma el estado mexicano no vuelca los recursos para proporcionar
a los estudiantes, que en los más de los casos vienen de casas humildes, de
calles sin pavimento, escuelas dignas, amables, verdaderos jardines que
despierten el deseo de permanecer en ellas y estudiar mucho.
Y, finalmente, el destino de estos
estudiantes: según declaraciones del Dr. Rodolfo Tuirán, subsecretario de
educación superior en el país y que, por tanto, sabe lo que dice, en México,
5.5 de cada 10 egresados de la universidad trabajan en otra cosa distinta a su
profesión, desde un puesto de tacos hasta cualquier talacha; y de los 12
millones de mexicanos que desde Estados Unidos mandan dólares para sus
familiares, 1.5 millones tienen estudios de licenciatura, maestría o doctorado.
¿Cómo la ven, amables lectores?
En conclusión, las cosas en México no
están como en Chile, están peor.
¿Y los gobiernos mexicanos, sean del
partido que sean, municipales, estatales o federales? Si se les pide un aula,
un laboratorio, un aire acondicionado, biblioteca o computadoras y televisores
para una escuela, sienten que se está cometiendo un crimen contra el gobierno,
que es mucho pedir.
Yo sé de un pueblo, el ejido Los
Huizaches, a 5 minutos de Culiacán, cuyos padres de familia están pidiendo un
maestro más porque todos los alumnos de primaria, de primero a sexto, juntos
todos, toman clases con un solo maestro.
¿Qué han logrado los padres? Que desde el jefe de primarias hasta la
subsecretaria del ramo los regañen por hacer esa petición “en contra de la
normatividad” siendo que ellos (los padres) “no saben nada de educación, puesto
que no estudiaron”.
Sé de la Preparatoria “Felipe Bachomo”,
en Charay, El Fuerte, donde sus más de 120 alumnos se cuecen todos los días a
temperaturas de más de 40 grados en aulas de concreto, porque la escuela no
tiene energía eléctrica.
Sé también de la Preparatoria “Rafael
Ramírez”, en el sur de Culiacán, en donde más de 200 alumnos toman clases en
aulas de lámina que los propios padres de familia y los directivos han
levantado.
No cabe duda, comparado con México,
Chile es el paraíso.
Pero ocurre que en México los
estudiantes no han despertado, no suficientemente, cuando menos. Y es bien
sabido, pues lo dijeron grandes pensadores, que en este, como en otros casos,
la solución de los problemas de los estudiantes, solo puede ser obra de los
mismos estudiantes; nadie fuera de ellos, sea partido, gobernante o político,
se puede interesar realmente por cambiar la situación como sólo ellos pueden y
deben hacerlo.
Estudiantes de México, creo, y muchos creemos,
que ha mucho tiempo llegó el momento de pasar a la acción y a la lucha. Ya se
está haciendo tarde.
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